Existe un tipo de violación sexual perpetrado hacia los varones que ha
sido y sigue siendo sistemático, es decir, se
comete con regularidad y estrategia, lo cual la convierten en una realidad
aterradora. Hablamos de las violaciones como tortura durante los conflictos
armados.
Víctimas y agresores guardan
silencio absoluto sobre esta calamidad que parece presente en cualquier guerra,
solo alcanzamos a ver la punta del iceberg
por los pocos valientes que han musitado su dolor.
Lara Stepen de la Universidad de
California, ha recabado información sobre
violencia sexual hacia hombres cuando se usa como arma de guerra, tortura y
agresión política; los casos detectados pertenecen a: El Salvador,
Guatemala, Argentina, Chile, Grecia, Irlanda del Norte, Chechenia Turquía, Croacia, Irán, Kuwait, la antigua Unión
Soviética, la antigua Yugoslavia, Sri Lanka, Liberia, Kenia, Burundi, Sudán,
Uganda, Ruanda, La República Democrática del Congo, Sudáfrica y Zimbabwe.
La lista es larga, pero sin duda
aún se tiene poca información, por lo que la realidad puede incluir al mundo
entero en esta atroz dinámica. Los casos relatados por las víctimas son
escalofriantes (no incluimos ejemplos por respeto a las sensibilidades). En sus historias queda claro que no fueron
casos aislados sino que eran torturas cometidas hacia todos sus compañeros,
etc. Lo que hace pensar que nos encontramos ante un problema de grandes
proporciones, ante el cual las autoridades no han reaccionado.
La razón por la que estas violaciones son tan comunes en el
contexto de los conflictos armados es simple: la violación sexual se trata,
principalmente, de ejercer poder sobre
la víctima, dominarlo, avergonzarlo del todo. Es un arma muy poderosa, pues
incluye el miedo, el daño físico, la tortura psicológica y la anulación social,
entre otros.
Si la imagen del hombre es de invulnerabilidad, en la imagen del
guerrero se acentúa. Se trata de los hombres más fuertes, valientes,
varoniles, con la misión de proteger a su comunidad, su nación. Entonces, el
hecho de que sean violentados sexualmente implica el quitarle simbólicamente su
virilidad, su capacidad de pelear. Es un modo muy cruel y efectivo de aniquilar
al enemigo.
La creencia popular en muchas
culturas y sobre todo en las africanas es que si un hombre fue violado, si no pudo protegerse ¿cómo protegerá a su
familia, a su pueblo? Además de que en 38 de los 53 países africanos, la
homosexualidad está penada, y en su imaginario, la violación masculina implica
la feminización. Esto explica que las víctimas guarden silencio absoluto, pues
la sociedad los condenaría.
Por desgracia, estas torturas
sexuales durante los conflictos armados no son exclusivas de los varones, se
cometen con mayor soltura hacia las mujeres; la diferencia es que en ellas se
acepta la realidad y se trabaja en evitarla. Lo más grave de la situación en el caso de los hombres es que víctimas,
abusadores, sociedad y gobiernos simulen que no pasa nada.
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