Desde hace aproximadamente 3
décadas se han venido introduciendo organismos genéticamente modificados en el
ecosistema, sobre todo semillas y vegetales, pero son pocos los estudios que se
han hecho sobre los efectos de estas acciones.
La poca información disponible
arroja resultados alarmantes, pues demuestran que al incorporar un organismo
transgénico al ecosistema, éste último sufre alteraciones irreversibles; se rompe el balance
entre las otras especies que no están preparadas para interactuar con el nuevo
organismo.
Algunos de los efectos hasta
ahora registrados son:
Contaminación genética: debido al
proceso de polinización, la información genética de los transgénicos viaja a
otros cultivos y a los animales cercanos, esto quiere decir que ellos también
son modificados de manera incontrolable, lo que afecta directamente la
biodiversidad.
Más herbicidas: los OGM´s al ser
resistentes a los herbicidas, son expuestos a cantidades superiores, pero estos
químicos permanecen en el suelo, agua y aire, generando una contaminación al
medio ambiente en ascenso.
Nuevos tóxicos: los nuevos organismos
han generado nuevos tóxicos, como el BT que apareció en una variedad transgénica
de la compañía Novartis, que ha provocado alergias en los humanos.
Exterminio de otras especies: se han
registrado casos en los que las especies circundantes al transgénico mueren en
grandes cantidades debido al contacto con él, como las mariposas en España
debido a la toxina Bt en el maíz.
Lo más grave es que estos son
apenas las primeras consecuencias conocidas de estas manipulaciones genéticas.
Las futuras generaciones de organismos presentarán muchos más efectos,
posiblemente desfavorables para el medio ambiente y por ende, para el ser
humano. En realidad estamos ante una situación que difícilmente podrá ser
controlada y de ningún modo podremos restaurar los daños hechos al ecosistema.
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