Por: Altea Mancebo del Castillo
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El comercio justo es una parte
importante de la economía sostenible. Consiste en un sistema de mercado basado
en la justicia social, el cuidado de la naturaleza y la calidad del producto.
Además se sostiene gracias a una relación directa entre los pequeños
productores y los consumidores.
Los beneficios del comercio justo
es precisamente que los pequeños productores obtienen una remuneración digna
para lograr desarrollarse económica, social y culturalmente, objetivo que queda
anulado al haber intermediarios como los grandes consorcios, quienes compran
los productos a los productores a un precio mínimo por no decir abusivo, y
hacen llegar el producto a los consumidores en un precio muy alto.
El comercio justo ha demostrado
que garantiza la sustentabilidad, pues la producción a escala menor facilita el
respeto al medio ambiente y la alta calidad de los productos, así mismo protege
tanto al sector que produce como al que
consume: el primero no se encuentra en una situación de marginación y el
segundo obtiene buena calidad en sus adquisiciones.
En síntesis el sistema del
comercio justo, es eso: la búsqueda de justicia social; es una medida de
resistencia al aparato mercadológico de las grandes industrias que han
fomentado por décadas la cultura consumista lineal que nos ha traído al punto
actual de agotamiento de recursos naturales y explotación de recursos humanos,
con el fin insaciable de acumular altas cantidades de capital en unas cuantas
manos.
Como consumidores debemos, de ser
posible, verificar que lo que compramos provenga prioritariamente de este tipo
de comercio. Cada día hay mayor oferta de estos productos que vale la pena
consumir, no con la idea de hacer una obra caritativa como si se hiciera una
donación a una causa social, sino en el entendido que se apoya un cambio urgente
en el sistema económico para hacerlo sustentable.
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